En lugar de luchar para mantener a alguien en tu vida, déjalo ir

¿Por qué será que nos cuesta tanto dejar ir las cosas que no son buenas para nosotros?

Todos hemos pasado por eso. Sabemos que algo nos hace muy mal y que al final será más dañino que bueno, pero seguimos aferrándonos. Nos aferramos. Nos aferramos a las cosas que a la larga nos dejan peor. Y eso es ridículo. Así comienza un ciclo vicioso. Sacrificamos tiempo, dignidad, energía y autoestima y, al final, nos quedamos mirando el enorme lío preguntándonos cómo permitimos convertirnos en esa persona tan desesperada.

Cuando pensamos en las situaciones del pasado, nos preguntamos cómo no nos dimos cuenta antes de que esa relación no iba a ningún lado. La vida es corta, nuestros días están contados y los clichés son infinitos. Por lo tanto, si sabemos que nada es seguro y que todo puede cambiar en un instante, ¿por qué gastar un segundo más de vida centrados en algo que no nos hace felices?

separarse

Tal vez nos resulte tan difícil dejar de lado esas relaciones porque creemos que algo se puede salvar. Somos reacios a dejarlas ir porque tenemos la esperanza de que algo bueno todavía pueda salir de ellas. Después de todo, toda buena relación requiere de esfuerzo. Empezamos a pensar que si nos esforzamos más, o aguantamos un poco más, todo será mejor. En algunos casos, esto puede ser cierto. Si te esfuerzas obtienes resultados. Sin embargo, si abres bien los ojos, serás capaz de ver cuando una determinada situación ya no tiene salvación. 

Tal vez se deba a la aversión al cambio y a lo “desconocido” lo que nos mantiene arraigados en el mismo lugar. Renunciar a una relación significa volver a lanzarse de lleno en una piscina de citas. Un lugar desordenado. Las personas se aferran a alguien que ya no puede hacerlos felices simplemente porque tienen miedo de lo que sucederá si están solos. Como un salvavidas disfuncional, las personas dependen de otros para mantenerse a flote, sin darse cuenta de que sólo están prolongando el proceso de ahogamiento.

A veces es necesario dejar a la gente ir, aceptando el hecho de que en última instancia, no pudimos hacerla feliz. Parece algo muy obvio. Cuando hay más momentos malos que buenos, la respuesta clara es empacar tus maletas y salir corriendo. En algún momento, empezamos a creer que necesitamos a alguien más en nuestras vidas para hacernos sentir completos. Es hora de aprender que -a veces- en vez de estar completos, mantener en nuestras vidas a personas que no están destinadas a estar allí sólo nos destruye.

Cuando llegue el momento de dejar ir a alguien -y lo sabrás cuando llegue – hazlo con gracia. En vez de idealizar a las personas y las relaciones negativas en nuestras vidas, debemos verlas por lo que realmente son. En lugar de luchar para permanecer en la vida de alguien, dejémosla ir. En lugar de conformarse con menos de lo que merecemos, empecemos a reconocer nuestro propio valor.

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